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jueves, 22 de abril de 2021

Los ecosistemas de República Dominicana: soluciones naturales frente al cambio climático

¿Dónde están y qué aportan los recursos naturales con los que cuenta el país para enfrentar la crisis ambiental provocada por las emisiones? ¿Qué acciones se desarrollan desde el Estado, la sociedad civil y el empresariado para asumir la adaptación al cambio climático basada en ecosistemas?
Yaniris López yaniris.lópez©listindiario.com Santo Domingo República Dominicana cuenta con todas las soluciones que ofrece la naturaleza a los países intertropicales insulares para hacerle frente al cambio climático. Como promueven el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y otros organismos ambientales internacionales, las soluciones basadas en la naturaleza se consiguen a través de la conservación y restauración de ecosistemas con gran capacidad para capturar y almacenar carbono, albergar biodiversidad y resistir el impacto de los fenómenos atmosféricos y la contaminación antropogénica. Según el último Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (Ingei), realizado para la Tercera Comunicación Nacional sobre Cambio Climático (2014-2017), cada persona en República Dominicana emite alrededor de 3.28 toneladas de bióxido de carbono o CO2. De hecho, los principales aportes locales a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provienen del CO2. Si, como registra el boletín de Estadísticas Ambientales 2020, el balance de los GEI para el año 2015 era de 24,634.24 Gg CO2eq, y el balance del año base (2010) era de 17,224.81 Gg CO2eq4, el país presenta un incremento de 43.02% en las emisiones respecto al año base. De acuerdo con el informe del INGEI, el sector energía es el principal emisor de gases de efecto invernadero del país, “con una contribución del 62.75% a las emisiones totales”. En cuanto a vulnerabilidad climática, el índice de Riesgo Climático del Observatorio del Clima Alemán publicado en 2020 coloca a República Dominicana en la posición 50 entre unos 181 países evaluados. Estudios reseñados en la Segunda Comunicación Nacional de la República Dominicana ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (2009) ya determinaban que, para el año 2020, todos los ecosistemas y las especies en el territorio nacional estarían sujetos a condiciones climáticas bien extremas, “en términos de los nichos climáticos que estos pueden tolerar”. Ante esta realidad, ¿dónde están y qué aportan los recursos naturales con los que cuenta el país para enfrentar la crisis ambiental provocada por las emisiones? ¿Qué acciones se desarrollan desde el Estado, la sociedad civil y el empresariado para asumir la adaptación al cambio climático basada en ecosistemas? La respuesta está en sus bosques, humedales y ecosistemas costeros marinos: manglares, estuarios, arrecifes de coral y praderas marinas. BOSQUES Y BIODIVERSIDAD Bosque de árboles adultos en la cordillera Septentrional. ©Istock Se les considera como el principal sumidero de carbono de la Tierra (lo almacenan en su biomasa, tronco y raíces) y, por tanto, juegan un papel determinante en la mitigación del cambio climático, al disminuir la cantidad de carbono que llega a la atmósfera en forma de CO2. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que los bosques tropicales pueden almacenar unas 15 toneladas métricas de carbono por hectárea cada año y por eso los proponen como opción para combatir el cambio climático. Además, aportan la mayor biodiversidad del planeta, controlan la erosión y regulan el ciclo del agua. El Inventario Nacional Forestal en la República Dominicana 2018 (INF-RD) registra para el país una superficie forestal de 2 millones 103 mil 645.32 hectáreas. Compuesta por siete tipos de ecosistemas forestales, esta cifra representa el 43.6% del territorio. Los bosques latifoliado húmedo (37.75%) y seco (24.05%) ocupan el 61.80% de toda la superficie boscosa, seguidos por el bosque latifoliado semihúmedo (15.39%), el bosque de conífera denso y el latifoliado nublado (8.2% y 5.6%, respectivamente), los bosques de café con sombra y de coníferas disperso (que ocupan una proporción de 4.8% y 3.6%, respectivamente) y el bosque de humedales (mangle y drago), con aproximadamente el 1.41%. El mismo inventario documenta que los bosques dominicanos almacenaban para entonces 1, 978, 618,539 toneladas de carbono. Fuentes: Cuarto Informe Nacional de Biodiversidad. Inventario Nacional Forestal en la República Dominicana 2018 (INF-RD) ¿Amenazas? La deforestación, la expansión agrícola, la extracción de madera, los incendios forestales y la construcción de infraestructuras son las causas principales de la pérdida de bosques locales. El Sexto Informe Nacional de Biodiversidad de la República Dominicana (2019) apunta que el estado de los bosques nublados latifoliados es particularmente preocupante, “y, si la tasa actual de pérdida continúa, estos ecosistemas no existirán en aproximadamente 11 años”. Formando parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Sinap), las 17 zonas productoras de agua de República Dominicana son bosques. Y son, además, grandes reservorios de la rica biodiversidad dominicana. “No matemos a la gallina de los huevos de oro”, señala la responsable de la Unidad de Sostenibilidad Ambiental y Resiliencia del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en República Dominicana, María Eugenia Morales, en alusión a los servicios ecosistémicos que ofrecen las áreas protegidas locales. Morales opina que mejorar la cobertura forestal ha sido un logro “maravilloso de República Dominicana que pocos países de Latinoamérica” han conseguido. El reto ahora, sugiere, es conseguir la calidad forestal: bosques de dos y tres niveles de árboles de distintas alturas, con ecosistemas y fauna asociada, bosques esponja que atrapen la humedad y ayuden al flujo del agua. Se insiste en la calidad porque, como dice el biólogo e investigador dominicano Sixto J. Incháustegui, de poco vale que la cobertura forestal se realice, “como ha sido en muchos casos, con especies exóticas e incluso algunas veces con especies invasoras”. La salud de los ecosistemas, apunta el especialista en herpetología, también impacta en la salud humana y es clave para evitar enfermedades como el Covid-19, causada por el virus SARS-CoV-2. “Las enfermedades virales, microbianas o de otros orígenes tienen, entre otras funciones, la de regular las poblaciones de seres vivos y el equilibrio de los ecosistemas donde se encuentran. En ecosistemas en equilibrio, con gran diversidad biológica, estos también se mantienen en equilibrio, lo cual reduce grandemente la posibilidad de epidemias”, apunta. Algunas iniciativas privadas y de organizaciones ambientales sin fines de lucro han contribuido al aumento forestal y a la sostenibilidad de los bosque dominicanos, entre ellos los programas de reforestación del Plan Sierra que reciben el apoyo del Estado y del Banco Popular, los programas forestales del Centro para el Desarrollo Agropecuario y Forestal (Cedaf) y el programa de bonos de carbono forestal (Plan Vivo) del Consorcio Ambiental Dominicano (CAD) que procura la reconversión de tierras de pasto a bosque. VEGETACIÓN NO BOSCOSA: MATORRALES, SABANAS Y PAJONES Pajones en el Parque Nacional Valle Nuevo. ©Yaniris López/LD De la vegetación no boscosa, destacan los matorrales y sabanas. El matorral latifoliado ocupa un área de 3,033.28 Kilómetros cuadrados (6.29 %), el matorral seco 3,723.79 kilómetros cuadrados (7.72 %); y la sabana de pajón ocupa un área de 69.61 kilómetros cuadrados (0.14 %) ¿Y qué son los matorrales? Son las comunidades vegetales de especies arbustivas y arbóreas que crecen en áreas en proceso de regeneración natural; alcanzan una altura máxima de 5 metros y se pueden encontrar en ambientes secos, húmedos o de áreas especiales como los manglares. (Evaluación de los recursos forestales mundiales 2010. Informe Nacional República Dominicana. FAO). Esta descripción distingue dos tipos: el matorral latifoliado, “donde se encuentran las especies comunes de las áreas boscosas con las mismas condiciones climáticas”, y el seco. Al 2015, las áreas protegidas dominicanas contaban con una superficie de bosques y matorrales latifoliados de 765,536.49 hectáreas, representando el 73.45 % del total de la superficie protegida. Sobre el pajón húmedo intramontano, son grandes reservorios de agua que aportan caudal a los ríos y guardan entre su base y raíces microhábitats caracterizados por la abundancia de musgo y especies de fauna. Un estudio del Museo Nacional de Historia Natural sobre la sabana de pajón del Parque Nacional Valle Nuevo lo califica como un ecosistema único de grandes aportes ecológicos. “Además del aporte de agua y la belleza escénica, ofrece servicios ecosistémicos de apoyo como fotosíntesis, generación-acumulación de materia orgánica y diversidad de hábitats para la conservación de la fauna”, destaca el estudio. La investigación señala que muchos ríos de este parque nacen entre pajonales, como el Nizao (Sabana sin provecho), mientras una variada y abundante fauna, que incluye varios grupos de artóprodos, anélidos, nemátodos, moluscos, anfibios y reptiles, encuentra refugio y se reproduce en los pajonales. Las más importantes sabanas de pajón húmedas intramontanas del país, además del pajón de Valle Nuevo, están ubicadas en la cordillera Central, en los valles de Lilís, Bao y Tetero; en Sabana Vieja, Sabana Nueva y Macutico. Los incendios forestales provocados, la agricultura y la introducción de especies invasoras figuran entre sus principales amenazas. HUMEDALES POR DOQUIER Laguna de Oviedo, en la provincia Pedernales. ©Mitur República Dominicana es rica en humedales naturales: lagos, lagunas, estuarios, aguas corrientes y zonas marinas contiguas a las costas. En la actualidad, cuenta con 4,196 kilómetros cuadrados de estos espacios: 2,298 kilómetros cuadrados de humedales naturales y 1,898 kilómetros cuadrados de humedales artificiales. Considerado uno de los ecosistemas más productivos del planeta, aportan agua dulce y alimentos para cientos de especies; sirven de coladores naturales de las aguas tratadas y controlan las crecidas. ¿Dónde están? Incluidos en la lista de humedales de importancia internacional de la Convención Ramsar figuran el Parque Nacional Lago Enriquillo e Isla Cabritos, el Refugio de Vida Silvestre Laguna Cabral o Rincón, los manglares del Parque Nacional Bajo Yuna y los humedales del Parque Nacional Jaragua. Fuente: Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Atlas de Biodiversidad. 2011 Los humedales del Parque Nacional Montecristi, la laguna de Oviedo en Pedernales; las lagunas de Bávaro, Redonda y Limón en la región Este; el Parque Nacional Humedales del Ozama y el cinturón verde del Gran Santo Domingo siguen entre los más importantes. Salobres, dulces o salados, los marismas, pantanos y turberas que forman los humedales dominicanos han sido incluidos en el inventario de hábitats críticos para la conservación de la biodiversidad (Atlas de Biodiversidad y Recursos Naturales 2012). Para el ecólogo y científico puertorriqueño Ariel Lugo, el hecho de que República Dominicana cuente con más sitios Ramsar que ningún otro país en el Caribe es ya una distinción que habla bien de los programas que procuran su conservación. Lamentablemente, dijo a Listín Diario, la ignorancia que existe sobre la importancia de estos espacios tan diversos no ha permitido su adecuada protección y explotación. LOS PRODUCTIVOS ECOSISTEMAS MARINOS Frente al Atlántico, la buena salud de los arrecifes de la costa norte de Samaná atrae a los amantes del buceo deportivo hasta El Portillo. ©Istock De acuerdo con el Atlas de Biodiversidad y Recursos Naturales 2012, de los 1,668.3 kilómetros de costas dominicanas (incluyendo sus islas adyacentes), alrededor de 1,264 kilómetros pertenecen al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Sinap). Esto representa el 76% de la costa. Dentro de los principales ecosistemas costeros marinos se han registrado 25 localidades de dunas costeras y 55 de mangles, 141 unidades de lagunas costeras y 49 estuarios. El país cuenta también con 181 zonas arrecifales, 41 localidades de costas rocosas, 226 localidades de playas de arena y 28 unidades de áreas protegidas marinas. Los principales ecosistemas marinos ocupan 66,160 hectáreas: 8,940 hectáreas de manglares; 18,600 de praderas marinas; 13,300 de arrecifes coralinos y 24,420 hectáreas de playas (Primera Comunicación Nacional de la República Dominicana ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. 2004). ¿Por qué son importantes? Por sus aportes a la biodiversidad, por la función que juegan como barrera ante fenómenos climáticos y por su impacto en la vida y la economñia de las provincias costeras, que con sus cayos e islotes ocupan el 56.3% del territorio nacional. Las dunas costeras “sirven como barrera de protección a la producción agrícola, impiden la salinización de los suelos y protegen las playas de la erosión”, resalta el documento elaborado por el Ministerio de Medio Ambiente. Los estuarios, como espacios de transición entre el agua dulce de los ríos y los hábitats marinos, sirven de refugio a una gran variedad de especies en peligro, entre ellos el manatí (Thichechus manatus), peces, crustáceos y moluscos. La biodiversidad registrada en estos ecosistemas es de 2,788 especies divididas en 49 grupos taxonómicos. En el Sexto Informe Nacional de Biodiversidad de la República Dominicana (2019), el país reconoce que “la manera más costo efectiva de mitigar el impacto de los eventos climáticos extremos y el cambio climático es por medio de la protección de los ecosistemas naturales como los arrecifes de coral y los manglares”. Para las islas pequeñas, el quinto informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) sugiere, entre las posibilidades de adaptación, “el mantenimiento y la restauración de la topografía y los ecosistemas costeros, una mejor gestión de los suelos y los recursos de agua dulce y unos códigos de construcción y pautas de asentamiento adecuados”. ARRECIFES DE CORAL La terraza coralina de Cayo Arena, frente a las costas de Montecristi, es una de las unidades arrecifales mejor conservadas del litoral dominicano. La falta de regulación en las visitas al cayo está poniendo en riesgo al ecosistema. ©Mitur Allí crecen y se reproducen el 25% de las especies marinas. Proporcionan arena blanca, sirven de barrera natural entre el océano y los hábitats costeros marinos y de su salud depende la abundancia de crustáceos, moluscos y cientos de especies de peces tropicales. Es un ecosistema tan importante en términos de biodiversidad que solo es comparable con el bosque húmedo tropical. De las 181 zonas arrecifales documentadas en República Dominicana, señala la “Segunda Comunicación Nacional, Proyecto Cambio Climático 2009”, las mejores representaciones de estos ecosistemas se encuentran entre Montecristi y Bahía de la Isabela, Puerto Plata, entre Gaspar Hernández y Cabrera, Las Terrenas, entre Laguna de Nisibón y Laguna de Bávaro, en la Isla Saona, la bahía de Andrés (Boca Chica), en la Bahía de Ocoa, en Puerto Viejo (Azua), Barahona y Pedernales. También se incluyen los bancos sumergidos De la Plata y De la Navidad. Según el Sexto Informe Nacional de Biodiversidad (2019), la cobertura más alta de arrecifes coralinos está en Montecristi y las más bajas en Punta Cana. Unas 1.159 especies animales y 450 especies vegetales conforman la diversidad biológica marino costera de República Dominicana, reportó el biólogo dominicano Omar Shamir Reynoso para el informe Estado de las Áreas Marinas y Costeras Protegidas en América Latina (FAO, 2012). En representación del Viceministerio de Recursos Costeros y Marinos del Ministerio de Medio Amiente y Recursos Naturales, documentó que la mayor diversidad de las especies animales corresponde a peces (32%), moluscos (27%), crustáceos (23%) y corales pétreos y corales blandos (10%). Fuente: Tercera Comunicación Nacional sobre Cambio Climático (2014-2017). “Los corales son esenciales para el desarrollo de los ecosistemas litorales de alta productividad. Ciento sesenta y seis kilómetros de la línea de costa presentan corales, correspondiendo aproximadamente a un 11% de la misma”, escribió Reynoso. La presión en estos ecosistemas llega con la sobrepesca, las actividades turísticas, el aumento de la temperatura del agua del mar, la contaminación por químicos y los efectos directos de fenómenos atmosféricos como huracanes y marejadas, tan frecuentes en el Caribe. Esto los convierte en uno de los ecosistemas más vulnerables al cambio climático. Estudios tomados en cuenta para la Segunda Comunicación Nacional de la República Dominicana ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático 2009 sugerían que “en el peor de los escenarios (…), ya para el año 2020 las costas de la República Dominicana serían impactadas de manera significativa por los efectos del cambio climático”. Según el Sexto Informe Nacional de Biodiversidad (2019), el país no tiene elaborado un plan de acción nacional dirigido a la protección y uso sostenible de los arrecifes de coral. Algunos programas de restauración para evitar la degradación de los ecosistemas marinos están funcionando. Destacan el programa que ejecuta Reef Check República Dominicana en el Parque Submarino La Caleta, en la recuperación de las colonias de corales a través de la gestión de áreas libres de pesca, con el objetivo de convertir la zona en uno de los principales destinos de buceo y conservar la biodiversidad. Los viveros de corales creados por la Fundación Ecológica PuntaCana y Fundemar contribuyen a recuperar con especies nativas uno de los más degradados arrecifes coralinos dominicanos, frente a las costas de Punta Cana. En alianza desde hace unos diez años, la fundación PuntaCana, Reef Check y Fundemar han establecido con éxito otros viveros en Punta Rucia, Bayahíbe, Pedernales, Las Galeras, el Parque Submarino La Caleta, Sosúa, Montecristi y Palmar de Ocoa. La fundación Tropigás, como parte de su programa de responsabilidad social y en alianza con Reef Check RD, ha instalado nueve viveros en Palmar de Ocoa, Enriquillo, Montecristi, Bayahíbe, Las Galeras y Luperón. La Red Arrecifal Dominicana contribuye con investigaciones al monitoreo de arrecifes de coral en República Dominicana. La publicación más importante, El Estado de los Arrecifes de Coral de la República Dominicana, cuenta con el apoyo de la fundación Propagás. Los corales Orbicella annularis y Orbicella faveolata están incluidos en la Lista Roja de República Dominicana (2018) como especies en peligro. Sin embargo, esta función de protección costera de los arrecifes de coral, señalan Robert Steneck y Rubén Torres en El estado de los arrecifes de coral de la República Dominicana (2017), “se ha visto reducida drásticamente con el acelerado deterioro de estos ecosistemas naturales”. ¿Qué hacer? Lo que estos autores ya proponían en el primer informe del estado de los corales para el año 2015: “Aplicar o hacer respetar las leyes existentes, tales como el respeto a las vedas, la prohibición de la pesca con compresor y las regulaciones dentro de áreas protegidas (…). La presión pesquera cercana a la costa debe disminuirse y ser reemplazada por alternativas de pesca de aguas profundas, y por otras actividades no extractivas como el turismo ecológico”. LAS “IGNORADAS” PRADERAS MARINAS Una gran mancha de pasto marino y corales se puede apreciar en la playa de Rincón, Samaná. ©Istock Nuevos estudios destacan los beneficios de estas plantas florales que crecen en las zonas submareales e intermareales de los mares tropicales. “Constituyen el hábitat de crianza de diversas especies de peces, crustáceos y moluscos, muchas de los cuales son objeto de pesca, por lo que fomentan las poblaciones de especies marinas que proporcionan sustento; actúan como amortiguadores costeros por cuanto protegen el litoral contra la erosión de las olas y las tormentas; y capturan grandes cantidades de carbono, con lo cual mitigan el cambio climático”, indica el Programa de la Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) en el informe La protección de las praderas marinas mediante el pago por los servicios de los ecosistemas. Guía comunitaria (2020). En las costas dominicanas, donde habitan en los fondos luminosos a una profundidad menos a seis metros, sirven de crianza a especies como la langosta y el lambí y de alimento para el manatí y las torturas marinas. Se han reportado las especies Thalassia testudinum, Halophila decipien, Syringodium filiforme y Halodule wrightii. Abundan en las aguas tranquilas y poco profundas de la costa sur (en el canal de la isla Beata), Montecristi, Puerto Plata y en la plataforma del Santuario Marino Arrecifes del Sureste (15 kilómetros cuadrados de arrecifes en una superficie que abarca 7,862.59 kilómetros cuadrados). Tanto en la plataforma insular de esta última área protegida como alrededor de la Isla Saona “se han formado grandes bancos de arena, sobre los cuales se ha desarrollado una gran extensión de pastos marinos de Thalassia (Thalassia Testudium) y Syringodium filiforme, entre las especies más abundantes. Estos pastos representan el alimento principal de las tortugas marinas, y el hábitat de diversas especies de invertebrados (erizos, estrellas de mar y moluscos) y peces”, señala el Plan de Manejo Orientativo del Santuario Marino Arrecifes del Sureste (2018-2020) elaborado por el Ministerio de Medio Ambiente y el Grupo PuntaCana. El arrecife con mayor cobertura de coral vivo en el sureste es La Pared (64.9%), ubicado en la Isla Catalina. UN LABORATORIO NATURAL LLAMADO MANGLAR Dentro de los ecosistemas costeros marinos, los manglares están considerados entre los más productivos. “El manglar sirve de refugio para muchas especies marinas y costeras. Es un criadero vivo de aguas tranquilas donde los peces pequeños se refugian contra depredadores (…). Nos protegen contra inundaciones y marejadas y son una barrera contra el viento durante tormentas y huracanes”. Así los describe la bióloga e investigadora Andrea Thomen, gerente de Proyectos del Grupo Jaragua que actualmente coordina iniciativas sobre el ecosistema manglar. La investigadora destaca el servicio que ofrecen estos bosques anfibios en el anidamiento y dormidero de aves y especies del arrecife de coral (incluso para otras que habitan a kilómetros de distancia) y como hábitat y fuente de alimento de cangrejos, almejas, ostras y jicoteas. En República Dominicana, estos bosques anfibios están presentes en todas las provincias costeras, abarcando 294 kilómetros cuadrados distribuidos en 55 localidades. Los bosques más representativos, de acuerdo con el Ministerio de Medio Ambiente, están ubicados en las bahías de Manzanillo, Monte Cristi y Luperón; en el Parque Nacional Los Haitises y en la desembocadura de los ríos Soco e Higuamo. También son de importancia los manglares de Puerto Viejo, Neiba, Maimón, La Gran Laguna de Perucho y la laguna de Bávaro. Gracias a las investigaciones que resaltan los beneficios de los ecosistemas de carbono azul o CA (el carbono orgánico acumulado en sistemas de humedales costeros y marinos como manglares, marismas y pastos marinos), se sabe que el manglar captura bajo la superficie del agua mucho más carbono que en su biomasa aérea, como demuestran los estudios del Centro para la Investigación Forestal Internacional (Cifor). Una tonelada de carbono equivale a 3,667 toneladas de CO2. Aleyda Capella, coordinadora de la campaña educativa ManglarES que promueven el Grupo Jaragua y la organización ambientalista Seacology, señala que la deforestación o tala para usos agropecuarios, el secado y relleno para la construcción de infraestructuras turísticas y carreteras y la contaminación de las aguas por desechos sólidos y agroquímicos, así como la sobre-explotación de especies asociadas y extracción de madera, son las principales causas del deterioro de este ecosistema. La consultora ambiental lamenta que “los servicios ecosistémicos que proveen los manglares y sus aportes indirectos a la economía local son desconocidos o poco conocidos por comunitarios, empresas y autoridades”. ESPACIOS PARA LA BIODIVERSIDAD (1) El biólogo botánico Teodoro Clase inspecciona una población de la especie endémica Salcedoa mirabaliarum en la Reserva Científica La Salcedoa. (2) Una mariposa Heraclides machaonides en Jarabacoa. ©Yaniris López/LD Los ecosistemas naturales dominicanos albergan la gran diversidad biológica del país. Gracias a los diferentes ecosistemas y unidades de vegetación natural ubicados en diferentes zonas de vida, el país es considerado como uno de los países del Caribe insular con mayor biodiversidad y un alto endemismo. Sin embargo, 1,760 especies están amenazadas. La Lista Roja de Flora Vascular en República Dominicana (2016) apunta que de las aproximadamente 6,000 especies de plantas vasculares reportadas , alrededor de 1,330 tienen alguna categoría de amenaza: 813 en peligro crítico (PC); 249 en peligro (EP); y 268 en estado vulnerable (VU). Sobre la fauna registrada (328 especies terrestres y 210 costeras y marinas), se han identificado 434 especies con alguna categoría de amenaza: 69 en peligro crítico (PC); 95 en peligro (EP) y 260 en estado vulnerable (VU)7. Fuente: Tomado del Boletín de Estadísticas Ambientales 2020. ONE En resumen: “El 24% de las plantas vasculares, el 86% de las especies de anfibios y el 35% de las especies de reptiles se encuentran amenazadas de extinción”, se lamenta el biólogo Sixto J. Incháustegui. Los programas de reforestación estatales, de instituciones ambientalistas y empresas, así como el programa Misión Rescate Lista Roja que apadrina la Red Nacional de Apoyo Empresarial a la Protección Ambiental (Ecored) en alianza con el Jardín Botánico Nacional, la Agencia de Cooperación Alemana (GIZ) y el Ministerio de Medio Ambiente, han contribuido a mejorar los planes de conservación de las especies de plantas en peligro de extinción.

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